El caudal de agua que el río conduce es un cauce que arrastra secretos, misterios y millones de historias. Si uno elige detenerse a mirar fijamente su movimiento pausado pero incesante, parece que a lo que te invita es a acompañarlo en un viaje a través del cual se pueden conocer gentes auténticas y entrañables, paisajes poco abruptos pero sí golpeados por un microclima áspero, postales inmortales de belleza natural y pueblos dominados por castillos sitiados de viñas y dedicados en cuerpo y alma a la uva y el vino. El Duero es el de mayor cuenca hidrográfica peninsular en su atravesar el corazón de Castilla y León hasta ser portugués.
El recorrido que proponemos es de cuatro provincias, que son las que forman parte de una de las denominaciones de origen más famosas y reconocidas de todo el mundo. Se puede elegir entre cualquiera de ellas, combinarlas o, mejor todavía, irse a por todas en un recorrido de enoturismo en el que el vino sea, como el mismo río, el eje. Se trata de una región de tierra especial para el cultivo situada en la meseta norte en la confluyen Burgos, Segovia, Soria y Valladolid. La Ribera del Duero se estira a un lado y otro del camino de agua que nace en los Picos de Urbión, en el Sistema Ibérico, en un rincón llamado Duruelo de la Sierra como principio de sus 897 kilómetros de recorrido totales.
Para datos más concretos, la Denominación de Origen se encierra en 115 de esos kilómetros con otros 35 de ancho dejando en el interior de la franja geográfica 102 pueblos con mayoría burgaleses, sesenta concretamente, seguidos de sorianos y vallisoletanos, diecinueve en cada caso, y por último de segovianos, con cuatro. Allí la vida es vino, y la Tempranillo es la variedad principal de uva, aunque también hay en producción la Cabernet Sauvignon, la Merlot, la Garnacha Tinta, la Malbec y la Albillo. El Consejo Regulador da el privilegio de llamarse Ribera del Duero, y el consumidor da el prestigio y el reconocimiento.
La dedicación, la honestidad y la pasión son un modo de cultura y de forma de vida que están están preparados para mostrar recibiendo al visitante agasajándolo con mil experiencias increíbles abriéndole las puertas de sus casas para que conozcan que nada se deja al azar, que todo se ha aprendido a través de la tradición y de los años. Los museos y centros expositivos, didácticos, son un buen comienzo: el Museo Provincial del Vino, que además es parte de otra ruta interesante, la de los castillos, ya que está instalado en la fortaleza de Peñafiel; el Centro de Interpretación Vitivinícola Emina, o el CIAVIN- Bodega de las ánimas, el Centro de Interpretación del Vino situado en un edificio del s. XVIII.
El subsuelo de Aranda de Duero es uno de los lugares casi místicos, con 7 kilómetros de galerías excavadas en la Edad Media como lugar de almacenamiento de cosechas y con 135 bodegas conservadas en la actualidad. Y sin tanta antigüedad pero sí historia palpitante, el viajero tiene la Casa Museo de la Ribera, arquitectura tradicional de principios del siglo XX con lagar e incluso su propia bodega subterránea, y con Mariano y Tomasa, unos moradores de aquella época que visten y hablan tal cual. Entre un lugar y otro, paradas obligadas en la Ruta de los Castillos como elementos arquitectónicos muy repetidos en el paisaje, atalayas o fortalezas, moros o cristianos.
Sobre ellos hay un Centro de Interpretación situado en el Castillo de Peñaranda, mostrando la línea fronteriza de la Ribera del Duero. El Torreón de los Guzmanes en Caleruega (Burgos), la Atalaya árabe de San Esteban de Gormaz (Soria), las ruinas del Castillo y murallas de Haza, en la misma población burgalesa, el Palacio de Zúñiga, en Curiel de Duero (Valladolid), o la Torre Castillo de Langa de Duero, son las escalas del viaje con una copa de vino. De él y sus secretos se puede aprender en la gran cantidad de establecimientos que facilitan catas orientadas por expertos enólogos, destinadas a principiantes y expertos.
Los paisajes de cepas se combinan con otros parajes en los que la mano del hombre no ha intervenido, como el Parque Natural Hoces del Río Riaza. Los pequeños pueblos que lo circunvalan también lo cuidan, como es la obligación de todo visitante, al igual que lo es degustar las joyas gastronómicas de la zona y su lechazo universal. Repuestas las fuerzas, la visita a San Esteban de Gormaz con su Parque Temático del Románico, compuesto por maquetas de monumentos emblemáticos, es igualmente obligada. Por último, para relajarse tras una o unas jornadas intensas, está recetado disfrutar de la vinoterapia.
PARA COMER EN UNA BODEGA (Maridaje):
PARA ALOJARSE EN UNA BODEGA (Enoturismo puro):
VINOTERAPIA (Culto al Bienestar):
ARQUITECTURA DEL VINO (Medievales, excavadas o modernas):
Todas las bodegas son visitables, por convicción, por carácter entrañable y por hospitalidad de sus gentes. El conjunto funciona por todos sus elementos en una gran comunión, tierra, microclima, uva y hombre, partes de un paisaje que desemboca en el mejor vino. Vegas, llanos con pequeños oteros también aprovechados para el cultivo, vides en hilera cultivadas en espaldera y fluir de colores que se van repartiendo entre si las distintas épocas del año. Para poder disfrutar de todos, lo recomendado es visitar y repetir y volver a recorrer la Denominación de Origen Ribera del Duero.
TODAS LAS BODEGAS