La palabra que se viene a la mente de cualquiera que haya pisado este lugar extraordinario si le piden que lo defina es pureza. La naturaleza adquiere un esplendor que encandila desde el primer golpe de vista en sus miles de perspectivas y en cualquier ángulo de mirada. Todo, además, está pasado por la fragua histórica del Timanfaya, parque natural único en el mundo para realizar un viaje lunar y realmente desconectarse de los problemas terrenales. Ese es el lado de la obra que no ha tenido la intervención del hombre, pero encima ha habido un ser humano excepcional, que es otro producto de esta isla volcánica, que con su ingenio y capacidad de creación maravillosa supo proteger y al mismo tiempo hacer accesibles tantos y tantos tesoros naturales.
La geología adquiere otra dimensión por su presencia más que obvia, incluidos los paisajes submarinos y los oasis de palmeras buscando un respiro de agua entre tanta aridez en equilibrio. En ese mismo sentido se mantiene el hombre, en convivencia armónica con el entorno, pero no solo los lugareños sino también los visitantes, que toman conciencia en seguida de que se encuentran en una auténtica joya. Es la más oriental de las Islas Canarias y se identifica por la gran cantidad de volcanes que se extienden por ella. La actividad del corazón de la Tierra tuvo su apogeo en el siglo XVIII en todos los 846 kilómetros de superficie, situados a 140 de la costa africana. Pero no está sola, sino que al norte se ve acompañada de las islas menores de La Graciosa, Alegranza, Montaña Clara, Roque del Este y Roque del Oeste.
El Parque Nacional de Timanfaya es un elemento sin igual, pero toda Lanzarote está bajo la protección de Reserva de la Biosfera de la Unesco. Dispone además de de seis centros turísticos dedicados al visitante y más de 15 museos y galerías de arte apoyan la calidad de sus tierras y costas, todo ello viviendo una eterna primavera con una temperatura media anual de 21º C. Son hasta 12 los espacios protegidos los que hay en la isla, ya que además del referido Timanfaya están la Reserva Natural Integral de los Islotes, el Parque Natural del Archipiélago Chinijo, el Parque Natural de los Volcanes, el Monumento Natural de la Corona, el Monumento Natural de los Ajaches, el Monumento Natural de la Cueva de los Naturistas, el Monumento Natural del Islote de los Halcones, el Monumento Natural de las Montañas del Fuego, el Paisaje protegido de Tenegüíme, el Paisaje protegido de La Geria, el Sitio de Interés Cientifico de los Jameos, y por último el Sitio de Interés Científico del Janubio.
Pero a la naturaleza esplendorosa se une la cultura, el arte y su tradición, y así la isla ofrece varios centros del Cabildo de Lanzarote, perfectamente integrados en el entorno volcánico y siendo su principal referente turístico. De hecho, su visita es obligada. César Manrique, artista local de proyección internacional, los hizo únicos combinando a la perfección el binomio Arte y Naturaleza bajo una filosofía y un modelo de intervención basado en la sostenibilidad. Su carácter de visionario le otorgó a la isla su actual configuración. Existen dos tipos de Bonos de acceso a esos siete centros, con validez para 7 ó 14 días, y que aglutinan la Cueva de los Verdes, el Jardín de Cactus, los Jameos del Agua, las Montañas de Fuego – Timanfaya, el Mirador del Río, el MIAC – Castillo de San José, y la Casa-Museo Monumento al Campesino.
Y para reponer fuerzas, una cuidada gastronomía hará las delicias de cualquier paladar por exigente que sea. Sus platos destacan por la sencillez, ya que predominan las materias primas sobre su elaboración, pero el resultado es muy sabroso. Los habitantes de Lanzarote heredaron de los aborígenes parte de sus costumbres culinarias, pero sumadas al legado guanche encontramos en la isla influencias gastronómicas españolas y sudamericanas. Las buenas carnes, el pescado fresco, las verduras y el aceite de oliva virgen forman parte de su mesa. Los potajes son la forma más típica de consumir verduras, y entre las recetas con pescados cabe destacar el Sancocho; entre las carnes, la de cerdo, pollo, conejo y cabra. En cuanto a la repostería son muy típicos los panes de maní y los roscos de alma, pero la estrella sobre todo son las típicas papas arrugadas acompañadas con sus mojos. Para regar, buen vino, de clima subtropical y seco pero fruto del ingenio, aliado de las arenas volcánicas y de un cultivo bien diferente.