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Alemania

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Berlín, la vanguardia

La capacidad de reinventarse una y mil veces si fuera oportuno es lo que define a la capital germana, que encabeza en esta década y en todo momento los movimientos que hacen que Europa se mueva. Y no hablamos de economía, sino de cultura, de modos de vida, de estilos de creación. Su visita es obligada si se pertenece a ciertas generaciones que han sido coetáneas tanto el muro levantado como caído, pero igualmente lo es para las siguientes, que pisando sus calles más emblemáticas podrán sentir como la historia contemporánea fluye por su interior. Asusta, y duele, y hechiza, y hace creer en la evolución de la sociedad, todo eso únicamente relativo a los años que han transformado Europa en lo que actualmente es.

Pero su visita igualmente traslada a otras épocas mucho más antiguas y significativas de la humanidad, ya que su oferta de museos es posiblemente insuperable por cualquier otra ciudad del mundo. De hecho, tiene una Isla conocida así, como la de los Museos, y la planificación de nuestro viaje no puede olvidarse de dejar una buena porción de tiempo a asombrarse con las maravillas que custodia. De todos modos, no hay que obsesionarse con llevarlo todo atado, sino que es más que oportuno dejarse llevar por el transitar de ciudadanos de todas las procedencias que encaminan sus pasos por rincones atractivos tanto para la vista como para el alma. Berlín vive para ser vivida y para canalizar vida.

Lo viejo y lo nuevo han alcanzado un grado de concordia extraordinario dentro de un entorno acompasado que, sin embargo, deja a las claras las diferencias entre la parte oriental y la parte occidental. Sobriedad y opulencia convergen en la Postdamer Platz, que pasó de ser el antiguo corazón de la ciudad, un nudo de comunicaciones con incluso el primer semáforo del continente, a ser un páramo tras la destrucción que sufrió en la Segunda Guerra Mundial, y a revivir tras la Reunificación desde que en 1991 los arquitectos Heinz Hilmer y Christoph Sattler ganaron el concurso para reconstruirla junto a la Leipziger Platz. Entre rascacielos se guarda un cacho de muro por aquello de la memoria.

Pero si hay un icono no sólo de Berlín sino de toda Europa ese es el muro, que tiene aún poder para angustiar a los más avezados en recordar el mayor elemento de división artificial jamás levantado por la humanidad. El Memorial y Centro de interpretación del Muro no guarda ningún detalle sin desvelar y conserva en su entorno una de las torres vigía pegadas al elemento interpretado por los Pink Floyd, con los fantasmas puestos fronterizos. De todos ellos, el más popular y turístico es el Checkpoint Charlie, escenario de infinidad de novelas y películas de espionaje. Era el paso de los miembros de las fuerzas aliadas de la Friedrichstraße, lugar de la llamada confrontación de los tanques en octubre de 1961. Una instalación del artista Frank Thiel y una placa recuerdan el antiguo paso fronterizo.

En la actualidad, una edificación histórica como es la del Parlamento, el llamado Reichstag, ha vuelto a ostentar el poder del pueblo tras recuperar la sede de la Cámara Baja alemana. Denostado desde su construcción por los monarcas Guillermo I y Guillermo II, por ser más alto que su propio Palacio Real, fue reconstruido sin cúpula entre 1961 y 1971 por Paul Baumgarten, y por Norman Foster tras la Reunificación. Su cúpula de cristal, que se puede transitar, provocó controversia, pero es ahora en uno de los auténticos símbolos de la ciudad, como la evangélica Kaiser-Wilhelm-Gedächtniskirche, más conocida como Iglesia Memorial precisamente a Guillermo I, monumento para la paz y la reconciliación. El conjunto no solo se compone de las ruinas de la iglesia, destruida durante la Guerra, sino también de construcciones contemporáneas. Muestra un vivo contraste entre la historia y la época actual.

Para el final de este artículo se reserva la famosa Puerta de Brandemburgo, única puerta que se conserva de la ciudad, que constituyó en el pasado la separación de Berlín y que desde la caída del muro se convirtió en el símbolo de la unidad de Alemania. Desde ella parte el principal bulevar berlinés que la une con el Schlossbrücke (Puente del Palacio). A lo largo de Unter den Linden (bajo los tilos) se encuentran la Universidad Humboldt, la ópera Nacional y la Neue Wache. La Torre de la Televisión en la Alexander Platz es el popular espárrago, situado en un entorno de división arquitectónica entre oriental y occidental, y el Gendarmenmarkt, uno de los lugares más bellos de Alemania con la Catedral alemana y francesa junto con la Sala de conciertos, son obligados. La lista es interminable, con las Casas Okupadas junto a la Sinagoga principal y las más de 2.500 zonas verdes. Berlín no acaba en estas líneas, sino que más bien comienza en ellas en cualquier época del año.

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